El objetivo del artículo es explicar y evaluar la precisión en el uso de los términos equívocos «voluntad» y «voluntario» en la traducción del tercer libro de la Ética nicomáquea de Aristóteles, realizada por Carlos de Aragón a partir de la traslación latina de Leonardo Bruni. Para esclarecer la equivocidad y para orientarnos en la genealogía de estos términos, indicaremos los conceptos latinos y griegos de los que derivan y de los que surge una hipóstasis de largo alcance en la historia del pensamiento europeo: la hipóstasis de la voluntad. Para ello, en primer lugar, describiremos el contexto historiográfico en el que se gestaron los rasgos característicos de la traducción de la Ética de Carlos de Aragón. En segundo, presentaremos un fragmento del texto y dos paratextos que servirán para plantear la cuestión de la equivocidad. En un tercer momento, expondremos la clave hermenéutica que permitirá entender el origen latino de la confusión entre los conceptos de «voluntario» y de «voluntad», conceptos que distinguiremos a partir del texto griego y que ya se fusionaron morfológicamente en la nova translatio de Leonardo Bruni. Por último, inferiremos dos conclusiones filosóficas a partir de los pasajes examinados.
1. CONTEXTO HISTORIOGRÁFICO
⌅Antes de sumergirnos en la genealogía de la «voluntad» y lo «voluntario», surcaremos el paisaje italiano en el que Carlos de Aragón ensambló los diferentes textos de su traducción. Carlos de Aragón llegó a la corte napolitana de Alfonso V el 20 de marzo de 1457. La corte napolitana de los reyes de Aragón se convirtió durante más de medio siglo en centro de difusión de la cultura humanística y del arte tardo-gótico, combinando la tradición lingüística catalana procedente de la corte valenciana del Magnánimo, la castellana del linaje de los Trastámara y la latino-italiana de humanistas y preceptores de studia humanitatis.1
En el contexto del humanismo monárquico de la corte napolitana, Carlos de Aragón realizó su labor de traducción combinando en su seno elementos de diversa índole, como el mismo príncipe reconocía en la dedicatoria a su tío Alfonso. En efecto, la versión del príncipe se abre con un prólogo dedicado al destinatario de la traducción, Alfonso V, seguido de las traducciones de la praefatio al Papa Martín V y de la praemissio que Leonardo Bruni incluyó en su versión de la Ética de 1416.2
Después de estos elementos introductorios se halla el propio romanceamiento del texto aristotélico trasladado a partir de la versión bruniana.3
En la dedicatoria a su tío Alfonso, además de loar las virtudes regias, desgrana el príncipe las características de su traducción y explicita las tres innovaciones con respecto al modelo bruniano. La primera es la introducción de la ordinatio en capítulos y conclusiones, ejemplo del continuum entre Medioevo y Renacimiento y ejemplo de aplicación de la lectura profesional a un contexto aristocrático.6
Leonardo fizo de cada libro hun capítulo, pero yo quise cada libro en devidos capítulos partir, segund que la diversidat de la materia subgecta requiere, e aquellos capítulos en tantas e distinctas conclusiones quoantas el philósopho determinó sobre las opiniones de los otros philósophos.7
En relación con la segunda innovación, el príncipe de Viana admite su peculiar manera de alternar la traducción verbum e verbo y ad sensum, dependiendo de la conveniencia e importancia del fragmento traducido. En algunos pasajes el príncipe reconoce que «aquellas palabras que claras son en otras tantas del nuestro vulgar e proprias convertí».8
Respecto a la tercera innovación, Carlos de Aragón introduce una serie de glosas que ejercen diversas funciones: guía de lectura de la Ética, explicaciones de corte semántico como definiciones y sinónimos, remisión a otros pasajes de la obra aristotélica, ejemplos coetáneos para acercar los contenidos filosóficos al contexto del siglo XV y, como ya hemos avanzado, distinciones extraídas de la Sententia libri Ethicorum de Tomás de Aquino en los pasajes en que era conveniente o cumplidero analizar y adaptar la doctrina del Estagirita.
Mas donde la sentencia vi ser complidera por cierto, señor, d’aquella usé iuxta la verdadera sentencia de sancto Thomás, claro e cathólico doctor e rayo resplandesciente en la iglesia de Dios, esforçándome dar a algunas virtudes e vicios más proprios nombres, como por los márgines del libro verá vuestra alteza con declaraciones notado.9
La influencia del contexto napolitano ha sido ya analizada por grandes especialistas en la figura de Carlos de Aragón, por lo que no nos extenderemos más y nos limitaremos a remitir a sus estudios.10
2. PLANTEAMIENTO DE LA CUESTIÓN
⌅Las preguntas apenas formuladas surgen de una cuestión muy concreta de carácter morfológico que proviene, a su vez, de un problema de traducción. Plantearemos la cuestión morfológica a partir de la traducción vianesca de los capítulos iniciales del libro III de la Ética. Empezamos con la rúbrica del tercer capítulo del tercer libro, capítulo dedicado a describir las características de la elección:
En este tercero capítulo se contienen qoatro conclusiones: la primera fabla de elección e dize si es de lo voluntario o non. La segunda determina non ser cubdicia nin yra como algunos quisieron dezir. La tercera determina non ser voluntad. La quoarta dize non ser opinión e determina qué cosa es.11
He aquí la cuestión morfológica: en la primera conclusión se determina que la elección sí es una especie de lo voluntario, en cambio en la tercera conclusión se niega que sea voluntad.
¿Cómo puede ser que algo voluntario no sea fruto de la voluntad? ¿Acaso «voluntario» no se deriva de «voluntad»?
La cuestión no solo se presenta en las rúbricas, sino que se halla también en los otros dos elementos combinados por Carlos de Aragón en su labor de traducción: las glosas marginales y el propio texto aristotélico traducido a partir de la nova translatio. Por ello, podemos continuar planteando la cuestión a partir del texto aristotélico (1111b25-30), en concreto, a partir de la segunda conclusión del tercer capítulo, en primer lugar, en castellano, después en el latín bruniano y por último en el griego del Estagirita:
La voluntad es más del fin < Insuper voluntas finis est magis < ἔτι δ᾽ ἡ μὲν βούλησις τοῦ τέλους ἐστὶ μᾶλλον; pero la elección es de aquellas cosas que para el fin acatan < electio autem eorum que sunt ad finem < ἡ δὲ προαίρεσις τῶν πρὸς τὸ τέλος. Por ende del todo parece la elección acatar acerca d’aquellas cosas que son en nuestro poderío < Omnino autem videtur electio circa illa versari que in nostra sunt potestate < ὅλως γὰρ ἔοικεν ἡ προαίρεσις περὶ τὰ ἐφ᾽ ἡμῖν εἶναι.12
La cuestión planteada en esta segunda conclusión se puede resumir en los siguientes términos: por una parte se determina que la voluntad tiene por objeto el fin y, por otra que, la elección dilucida los medios para alcanzar el fin. Si la elección, como ya se ha indicado, forma parte de lo voluntario, es decir, si las acciones que se eligen como medios para obtener un fin son voluntarias, ¿cómo es posible que la voluntad quiera fines y que lo voluntario se refiera a la elección de medios? ¿Acaso «voluntario» no se deriva de «voluntad»?
Por último, la cuestión también se puede percibir en las glosas situadas al margen del texto citado anteriormente (1111b25-30):
del fin: porque el fin se presuppone ya determinado
para el fin: assí como se inquieren por nós ser dispuestos para el fin.13
En suma, la voluntad es del fin, porque se dirige pasivamente a algo ya determinado o inscrito en la naturaleza humana, algo que la capta y que la seduce; en cambio la elección, que es una especie de lo voluntario, investiga activamente sobre los medios disponibles para alcanzar esos fines ya determinados. Por lo tanto, después de plantear la cuestión y observar las diferencias entre la voluntad —incluso de lo imposible, de fines y pasiva— y la especie de voluntario que es la elección —de lo posible, de medios y activa— nos tenemos que cuestionar si «voluntario» es un adjetivo que se deriva de «voluntad». Tal vez nos enfrentamos a una confusión filosófica fruto de una larga tradición de traducciones latinas que ya ofuscó a una de las mentes más claras de la escolástica: Tomás de Aquino (Sententia libri ethicorum, 3 l. 4, n. 2):
Potest enim contingere quod illud principium quod est intra non sit appetitus rationalis qui dicitur voluntas a qua denominatur voluntarium, sed aliqua passio appetitus sensitivi, puta ira vel concupiscentia vel aliquid aliud huiusmodi; quod philosophus dicit non esse bene dictum.14
3. CLAVE HERMENÉUTICA
⌅En castellano «voluntario» se deriva de «voluntad» y en latín «voluntarium» se deriva de «voluntas», pero la genealogía de ambos conceptos aristotélicos imposibilita la anterior derivación y nos lleva a orígenes diversos: voluntario < voluntarium < ἑκούσιον y voluntad < voluntas < βούλησις.
Por lo tanto, la cuestión morfológica que ya hemos planteado a partir del romanceamiento del príncipe de Viana también se podría plantear en la nova translatio de Bruni e, incluso, en la tradición latina anterior, tal como hemos discernido en los comentarios de Tomás de Aquino, cuando el doctor angélico afirmaba: «voluntas a qua denominatur voluntarium».15
4. VOLUNTARIO
⌅Una vez apuntada la clave hermenéutica que nos permite distinguir el origen diverso de los términos «voluntad» y «voluntario» en griego, procederemos a analizar el uso de cada uno en la traducción de Carlos de Aragón. Empezaremos con el análisis de lo «voluntario», entendido como el conjunto de acciones espontáneas que, por esa misma espontaneidad, merecen aprobación o reprobación posterior. El mismo Aristóteles explica que lo voluntario se refiere al conjunto de acciones realizadas sin coerción exterior y con el conocimiento suficiente de cada una de las circunstancias que rodean a esos actos. Por ello, acomete la descripción de las características de lo voluntario después de trazar los rasgos definitorios de lo involuntario: las acciones involuntarias se identifican por su coerción forzosa y por la ignorancia (1111a22). Estas características se hallan en el texto contenido en la conclusión segunda del capítulo segundo del libro tercero de la traducción vianesca:
Mas como el involuntario violento e por ignorancia < Cum autem involuntarium violentum et per ignorantiam < ὄντος δ᾽ ἀκουσίου τοῦ βίᾳ καὶ δι᾽ ἄγνοιαν, parecerá ser voluntario aquello cuyo principio es en sí mesmo e faze las cosas singulares sabiendo < voluntarium utique videbitur esse cuius in se ipso principium est sciente singula que agit < τὸ ἑκούσιον δόξειεν ἂν εἶναι οὗ ἡ ἀρχὴ ἐν αὐτῷ εἰδότι τὰ καθ᾽ ἕκαστα ἐν οἷς ἡ πρᾶξις.
Ca por ventura non se dize bien aquellas cosas ser involuntarias que por yra o cubdicia se fazen17
El análisis de la cita anterior revela diversos aspectos que conviene diferenciar. Desde el punto de vista formal, podemos observar cómo Carlos de Aragón traslada verbum e verbo la traducción latina de Bruni, quien precisamente había intentado superar ese modo de traducir, al convertir un genitivo absoluto griego introducido por el participio activo ὄντος en una oración encabezada por la preposición cum. Por ende, percibimos la mezcolanza de modos de traducir y los inconvenientes de integrar a Carlos de Aragón en la tradición humanística que se rebela contra la traducción escolástica verbum e verbo.
Desde el punto de vista del contenido, destacamos de nuevo que «voluntario» traduce el vocablo latino voluntarium que a su vez remite al neutro griego τὸ ἑκούσιον. Carlos de Aragón reproduce correctamente las dos características fundamentales del acto voluntario, a saber, que el principio de la acción es interno al agente y que conoce las circunstancias que la rodean. Podríamos apuntar una mínima diferencia ya que la traducción del príncipe de Viana se aparta del texto aristotélico al desvirtuar el mensaje de la oración de participio εἰδότι τὰ καθ᾽ ἕκαστα ἐν οἷς ἡ πρᾶξις al verterla al romance como «faze las cosas singulares sabiendo»,18
El texto aristotélico continúa indicando el error de considerar involuntarias las acciones motivadas por la la «yra» (θυμός) o por la «cubdicia» (ἐπιθυμία) en palabras del príncipe. Por consiguiente, la ira y la codicia/concupiscencia también causarían conductas voluntarias. Conviene añadir que θύμος y ἐπιθυμία son dos de las tres especies de deseo que mueven a realizar una acción; la tercera especie es la βούλησις. Por ende, este texto revela que lo voluntario puede ser motivado tanto por las pasiones irracionales de la ira y la concupiscencia como por aquello que Carlos de Aragón llamó «voluntad» y revela el error de considerar que lo voluntario solamente procede la voluntad racional. Además, hay que subrayar que Carlos de Aragón y Leonardo Bruni también utilizan la palabra «ira» para referirse a la pasión que Aristóteles llama ὀργή en el segundo libro de la Ética nicomáquea. Esta vacilación puede surgir de la cercanía léxica entre θυμός y ὀργή, ya que en los listados aristotélicos de las pasiones a veces aparece θυμός, como en De anima (403a) y a veces ὀργή, como en la Ética nicomáquea (1105b) y en la Retórica (1378a). De cara a la temática del presente artículo, podemos pensar que el léxico del pensamiento bajomedieval y humanístico unifica los dos términos griegos en uno solo latino: ira. De aquí que convierta la pasión del θυμός en el apetito irascible que mueve a actuar por ira o, dicho de otro modo, que causa la acción movida por la ira. Es decir, el pensamiento latino entiende las acciones airadas como efectos del apetito irascible, del mismo modo que concibe las apetencias venéreas (ἐπιθυμία) como efectos del apetito concupiscible. Recordemos que de la palabra ἐπιθυμία se deriva τὸ ἐπιθυμητικὸν, usada en el último capítulo del primer libro no para designar a un apetito entendido como potencia, sino para designar a lo apetitivo o deseable (1102b30). Asistimos así, en este artículo, al desarrollo de algunas de las hipóstasis más relevantes del pensamiento medieval: de las apetencias se pasa al apetito y de las voliciones a la voluntad, concebida esta como apetito racional. De aquí a pensar que lo voluntario se restringe únicamente a lo que la voluntad racional elige solo hay un paso. Un paso que pasa por ser una hipóstasis.
Por su parte, Carlos de Aragón resume las cinco características de lo voluntario en la glosa del concepto «voluntario» correspondiente al fragmento anteriormente citado:
Ser voluntario: (1) porque el prinçipio es en el tal operante (2) e el saber e el conosçimiento de las particularidades de la obra, (3) por lo qual se escluden la violençia e ignorançia, ca non es fuerça la que·l hombre en sí tiene poder de la seguir e evitar, (4) nin ignorancia quando ha noticia de las cosas que concurren en la operación.21
La información contenida en estas características de lo voluntario depende, con el orden reelaborado, como se puede observar con la numeración entre paréntesis, del comentario tomasiano de la Sententia libri ethicorum libri, 3, l. 4, n. 1:
Et dicit quod… (1) voluntarium videtur esse cuius principium est in ipso operante (3) et sic excluditur violentia; (2) ita tamen quod ipse operans sciat singulares circumstantias (4) quae concurrunt ad operationem. (3) Et per hoc excluditur ignorantia quae causat involuntarium.
Asimismo, las glosas en las que Carlos de Aragón explica las características de lo involuntario por fuerza y por ignorancia también dependen de la Sententia libri ethicorum, 3 l. 1, n. 5. Citamos primero la glosa según el manuscrito Lisboa, BNP, f. 54r y después la fuente tomasiana:
Por fuerça: la quoal exclude el movimiento de la appetitiva virtud. Ca cierto es que la virtud es hábito appetitivo e apprehensivo de honestidat.22
Ignorancia: la quoal exclude el conoscimiento de la apprehensiva virtud.23
Sententia libri ethicorum, 3 l. 1, n. 5: Dicit ergo primo quod involuntaria videntur aliqua esse dupliciter: scilicet vel illa quae fiunt per violentiam, vel illa quae fiunt propter ignorantiam. Et ratio huius divisionis est, quia involuntarium est privatio voluntarii. Voluntarium autem importat motum appetitivae virtutis, qui praesupponit cognitionem apprehensivae virtutis, eo quod bonum apprehensum movet appetitivam virtutem; dupliciter igitur aliquid est involuntarium. Uno modo per hoc quod excluditur ipse motus appetitivae virtutis. Et hoc est involuntarium per violentiam. Alio modo quia excluditur cognitio virtutis apprehensivae. Et hoc est involuntarium per ignorantiam.
Para concluir el análisis del uso del término «voluntario» en la traducción vianesca, tendríamos que tratar una última distinción aristotélica, a saber, la distinción entre lo involuntario y lo no-voluntario. El príncipe de Viana vacila en su traducción de la distinción entre las acciones no-voluntarias y las involuntarias en la primera conclusión del capítulo segundo del tercer libro:
Mas lo que por ignorancia se faze non es del todo voluntario, pero aquello es involuntario de lo qual después havemos dolor e arrepentimiento. Ca el que por ignorancia faze alguna cosa nin después de la haver fecho se duele, queriendo non fizo, por cierto, lo que non sabía, nin otrossí forçadamente lo que non le duele. Pues el que por ignorancia faze, si se arrepintiere, parece haverlo fecho contra su voluntad e, si no se arrepentía, como sea otra cosa es non voluntario, ca mejor es que aya proprio nombre.24
En la primera línea de la cita anterior Carlos de Aragón no entiende que, en la frase latina «quod vero per ignorantiam fit non voluntarium omnino est» —traducción a su vez de τὸ δὲ δι᾽ ἄγνοιαν οὐχ ἑκούσιον μὲν ἅπαν ἐστίν—, el sintagma non voluntarium hace referencia a un tercer tipo de acciones que no se pueden calificar ni como voluntarias ni como involuntarias. Para exponer la incomprensión del príncipe de Viana, debemos explicar que Aristóteles detalla más su distinción entre lo voluntario y lo involuntario introduciendo una tercera posibilidad: lo no-voluntario (οὐχ ἑκούσιον). Esta tercera posibilidad surge al diferenciar dos tipos de acciones realizadas por ignorancia. Si las acciones se ejecutan desconociendo las circunstancias en las que se obra y causan dolor o pesar (ἐπίλυπον) y pena (μεταμελεία) una vez ejecutadas, son involuntarias (ἀκούσια); en cambio, si de ellas no se sigue ni dolor ni pena, son no-voluntarias. Por lo tanto, lo involuntario (ἀκούσιον) se distingue de lo no-voluntario (οὐχ ἑκούσιον) por las consecuencias anímicas de las acciones; de aquí que lo voluntario, lo no-voluntario y lo involuntario son etiquetas que se refieren a la acción y a su juicio a posteriori según los efectos que produce en el agente; y por consiguiente no se refieren al momento de la motivación anterior a la acción, como sí lo hacía la βούλησις. El criterio del efecto a posteriori es fundamental para entender y clasificar no solo las acciones, sino también la teoría aristotélica de las pasiones, «de las que se sigue placer y dolor» < οἷς ἕπεται λύπη καὶ ἡδονή.25
En cambio en la última línea de la cita anterior, el príncipe de Viana sí traduce correctamente el sintagma οὐχ ἑκούσιον < non voluntarium < non voluntario, «ca mejor es que aya proprio nombre»,26
5. VOLUNTAD
⌅Como hemos avanzado en la clave hermenéutica, «voluntad» es la palabra con la que Carlos de Aragón traduce voluntas, el término latino con el que Bruni traslada el concepto aristotélico de βούλησις. Para el Estagirita, la βούλησις es una especie de deseo caracterizada por la captación del bien, entendido este como aquello que queremos conseguir con nuestras acciones: ἔστιν δ᾽ ἡ μὲν βούλησις ἀγαθοῦ ὄρεξις (Rhet. 1369a). Por ende, la βούλησις se refiere a la visualización del objetivo que motiva y guía nuestras acciones como un deseo racional. En resumidas cuentas, la βούλησις es una especie de deseo (ὄρεξις) racional (λογιστική), mientras que las otras especies de deseo, la ira y la concupiscencia, son irracionales: ἄλογοι δ᾽ ὀρέξεις ὀργὴ καὶ ἐπιθυμία.28
El deseo de la βούλησις se distingue de la elección y, por consiguiente, de lo voluntario en general, en tres aspectos: primero, se puede desear lo imposible, en cambio solo se eligen aquellas acciones que podemos realizar, es decir que son posibles; segundo, se puede desear aquello que otros pueden hacer, pero solo se eligen aquellas acciones de las cuales somos nosotros agentes; tercero, la βούλησις es el deseo del fin, mientras que la elección escoge los medios para llegar al fin.
Una vez expuestos los rasgos más relevantes de la βούλησις aristotélica, los contrastaremos con los matices expresados por la traducción de Carlos de Aragón. Empezaremos por el capítulo tercero, cuya rúbrica hemos transcrito anteriormente en el planteamiento de la cuestión. Pues bien, dentro de la segunda conclusión del tercer capítulo encontramos la referencia a las pasiones irracionales de la ira y la concupiscencia, que pueden motivar un tipo de acción voluntaria, a saber, la acción hecha sin elección. En cambio, no podrían motivar la acción voluntaria por antonomasia para el pensamiento medieval, a saber, la acción que se sigue de la deliberación y de la voluntad racional.
La concupiscencia contraria es a la elección, mas non al deseo. Otrossí, la concupiscencia acata al plazer y al enojo, pero la elección nin al enojo nin al plazer acata. E menos es yra, ca aquellas cosas que por ira se fazen en nenguna manera parecen ser fechas por elección.29
Por otra parte, la descripción del deseo como una visión del bien que nos dispone y orienta a alcanzarlo, es decir, como una disposición natural a querer el bien, se halla en el octavo capítulo del tercer libro (1114b). En este capítulo, se especifica de nuevo que la βούλησις es el deseo del fin, pero que no escoge los fines, sino que ya están determinados por naturaleza. Por ende, captar o no el bien es cuestión «de ser ansí nascido», o sea, cuestión de tener una virtud natural como la εὐφυΐα:
Por ende, el deseo del fin non es en nuestro poder [non in nostra est potestate < οὐκ αὐθαίρετος], mas assí por natura ser engendrados nos conviene, que assí como el acatamiento [ut tanquam intuitum < ὥσπερ ὄψιν] para discernir las cosas muy buenas e para razonablemente desear el verdadero bien, hayamos el deseo assí a la bondat inclinado. Por ende, aquel es generoso en quien esto [la voluntad inclinada al bien] por natura consiste. Ca la cosa muy buena e muy fermosa, la quoal nin de otro tomar nin deprehender se puede, quoal por natura es instituyda, tal la havría. Assí que ser ansí nascido es la perfecta e verdadera generosidat [generositas < εὐφυΐα].30
Una vez expuesto el significado de «voluntad» en el texto de la traducción, añadiremos que también aparece en tres ocasiones en las glosas. En las dos primeras glosas observamos que se reproduce la confusión entre «contra su voluntad» e «involuntariamente», cuando no serían expresiones equivalentes en el léxico aristotélico:
Diffinir. Ca non es virtuoso el que contra su voluntad usa de la virtud o vicioso nin el que por fuerça costrennido.
Otra cosa. Aquí el philósopho toca dos differencias: la una quoando alguna cosa se faze por ignorancia, que será contraria a la voluntad. Esta es involuntaria ciertamente. La segunda quoando non es contraria a la voluntad, mas le traspassa de sobras en el effecto. Esta cosa es involuntaria non en la operación mas en el fin de aquella.31
En la última glosa que analizaremos, subrayamos la comparación del acto de la voluntad con la vista o, como hemos apuntado anteriormente, con la visualización del fin:
Se fazen. Es a saber la materia del acto e el fin. Ca assí como la materia es objecto del acto forano, como la color de la vista, assí es objecto el fin del acto interior de la voluntad.32
Podemos finalizar este apartado indicando que Carlos de Aragón entiende la «voluntad» como una potencia del alma, siguiendo la estela de Agustín de Hipona, y no como una especie de deseo, es decir, como la βούλησις aristotélica. No podemos entrar en el complejo debate de la invención de la voluntad como facultad.33
E hablando de las intellectuales que consisten en la razón e en las potencias del ánima (…) primeramente de la memoria incomparable, que pocas son las cosas que assí por leer, veer, e oýr non tenga en su seno concebidas e promptas. E la voluntad assí ordenada que, los vicios abhorrecidos, siempre a la virtud le plaze seguir.34
6. CONCLUSIONES
⌅Hay un tipo de deseo (ὄρεξις) que guía la elección (προαίρεσις) que es el «aconsejado deseo» (βουλευτικὴ ὄρεξις), es decir, que mueve a actuar voluntariamente; por consiguiente, esta especie de deseo sí motivaría una acción voluntaria. Por ende, en el caso de querer realizar aquello que está en nuestro poder, es decir, en el caso de que la volición tienda hacia aquello que es posible alcanzar, puede motivar la realización de una acción voluntaria mediante la deliberación, según la mayoría de las traducciones contemporáneas del sintagma κατὰ τὴν βούλευσιν, o mediante el consejo, según la traducción de Carlos de Aragón:
Pues como lo esleýble sea consultable, deseante de aquellas cosas que en nós son, assí que la elección será hun aconsejado deseo de aquellas cosas que son en nuestro poder, ca por la consultación juzdgando deseamos e segund el consejo.35
Por lo tanto, cuando deseamos lograr algún fin que está a nuestro alcance, o en nuestro poder, y deliberamos cómo podemos conseguirlo y elegimos las acciones aconsejadas por el proceso deliberativo, entonces sí actuamos voluntariamente y el deseo racional o volición/voluntad (βούλησις) motiva una acción voluntaria, es decir, lo voluntario (ἑκούσιον). Solo cuando se delibera correctamente y se elige en consecuencia, aunando en la elección volición y deliberación, podemos concluir que la voluntad causa lo voluntario según el léxico utilizado por Carlos de Aragón. Nos disponemos a finalizar este artículo reiterando la primera conclusión: solo en el caso concreto del «aconsejado deseo» podemos hablar de relación causal entre βούλησις y ἑκούσιον, solo en la elección la voluntad motiva lo voluntario.
Por otra parte, Carlos de Aragón, en su uso de los vocablos «voluntad» y «voluntario», al seguir las opciones de traducción de Leonardo Bruni, puede incurrir en el error categorial de considerar que lo voluntario es lo que emana de la voluntad, cuando ya hemos indicado que el acto voluntario también puede ser también motivado por θυμός o ἐπιθυμία, no solo por la voluntad (βούλησις); error que nos permite inferir una segunda conclusión: si lo voluntario se refiere solo a la acción motivada racionalmente por la voluntad, el género se convierte en especie y se puede cometer un error categorial. Este error categorial lo hemos percibido no solo en la traducción de Carlos de Aragón, sino también en su modelo bruniano.
En suma, Carlos de Aragón, al utilizar los términos «voluntad» y «voluntario» de la forma que hemos descrito en este artículo, desvirtúa la distinción aristotélica entre las acciones voluntarias que podemos realizar porque están en nuestro poder y la voluntad que a veces quiere lo imposible, es decir, a veces desea alcanzar lo que no está en nuestro poder. Para Aristóteles querer no es poder. En cambio, para sus traductores medievales y humanistas ya no está tan claro.