1. INTRODUCCIÓN
⌅El estado de pureza es obligatorio para poder realizar las oraciones, de modo que el ritual de las abluciones es una práctica que antecede a todo acto religioso.1
Sin embargo, si el modelo arquitectónico que acoge esta función puede limitarse a un espacio de servicio que está dotado de una fuente de agua, lo cierto es que el ingenio llevó a engendrar un modelo mucho más complejo en el que, además de disponer una pila central en torno a la que los fieles realizan sus abluciones, se desarrolló un conjunto de cabinas que, de forma privada, los usuarios también podían utilizar como letrina y para asearse. En efecto, este modelo parece que alcanzó un arraigo muy importante en la arquitectura del Occidente islámico, donde son especialmente significativos los ejemplos conocidos y conservados. Por ejemplo, para un momento tan temprano como el siglo X, la mezquita aljama de Córdoba ya contaba con varias casas de abluciones a su alrededor y una de ellas, cuyos restos se conservan, ya emplea este modelo.5
Con todo, este tipo de establecimientos han pasado mayormente desatendidos en la historiografía desde principios del siglo XX, aspecto que ya apuntaron en 2016 Cressier, Gilotte y Rousset al dedicar un número exclusivo de la revista Médiévales a Lieux d’Hygiène et lieux d’aisance en terre d’Islam Médiévales.6
Actualmente, Fez conserva un gran número de salas de abluciones históricas que siguen en uso y que fueron construidas a lo largo de su historia. No obstante, de este extenso elenco únicamente se pueden reconocer, con cierta seguridad, dos ejemplos almohades. A pesar de no haberse prolongado durante mucho tiempo, el califato almohade alcanzó una hegemonía que sobresale por encima de los demás periodos históricos del Occidente islámico y, consecuentemente, ha contribuido con un enorme legado arquitectónico.7
En lo que respecta a las dos salas de abluciones almohades que se han señalado anteriormente, se hallan respectivamente vinculadas a las dos grandes aljamas de Fez (Qarawiyyīn y Andalusiyyīn) y, como el resto de mīḍāʾa-s, prácticamente solo se conoce su existencia. De hecho, se percibe una excesiva prudencia generalizada en el mundo académico a la hora de referirse a estas construcciones, aspecto que se debe, sin lugar a duda, a la poca información material y espacial con que se cuenta. En este sentido, incluso se puede sospechar que serían casi ignoradas de no ser por Terrasse, quien las dio a conocer de forma superficial dentro de sus dos obras maestras sobre ambas mezquitas y, además, atribuyó su construcción al periodo almohade.9
Seguidamente, como parte de su obra magna sobre la mezquita al-Qarawiyyīn, el historiador marroquí al-Tāzī incluyó la sala de abluciones como una extensión del edificio religioso, si bien únicamente le dedicó una página en la que extrae algunos fragmentos de las crónicas de al-Ǧaznāʾī e Ibn Abī Zarʿ.10
Por su parte, Madani, dentro de su constante contribución sobre el aprovechamiento del río Fez y las múltiples ramificaciones con las que cuenta este para abastecer a la ciudad,13
Con todo, una valoración general de los acercamientos más destacados evidencia hoy la falta de dos puntos que parecen fundamentalmente necesarios. En primer lugar, resulta imperioso dedicar cierta atención a los edificios conservados por medio de una documentación arquitectónica con la que poder acercarnos a su realidad material, así como sus características espaciales y tipológicas. Solo así, será posible caracterizar dos de las pocas salas de abluciones almohades de las que se puede tener constancia y que, además, siguen en pie y continúan funcionando como tal. En segundo lugar, los fragmentos de crónicas que contienen información sobre estas mīḍāʾa-s, constituyen una fuente de gran interés histórico, terminológico, arquitectónico e hidráulico. Sin embargo, aunque se trata de fragmentos que ya fueron advertidos por Terrasse, todos los estudios desarrollados hasta ahora han sido en gran medida dependientes de la traducción francesa de 1923, que, a pesar de ser ejemplar, no plantea una lectura pormenorizada. Por este motivo, después de un siglo, los fragmentos en cuestión son susceptibles de una nueva traducción detallada y acompañada de observaciones precisas sobre el tema en cuestión. Son fragmentos muy ilustrativos y merecen una traducción analítica y anotada.
Por consiguiente, el cometido del presente trabajo será abordar estos dos puntos mencionados con el propósito de hacer un reconocimiento más rotundo de las dos salas de abluciones y, seguidamente, se acompañará de una relación integrada de ejemplos medievales y postmedievales con la que poder tomar perspectiva sobre este equipamiento público a lo largo de los siglos, así como su tipología en el Occidente islámico.
2. MĪḌĀʾA DE LA MEZQUITA AL-QARAWIYYĪN
⌅La ciudad de Fez estuvo configurada durante los primeros siglos de su historia, como bien es sabido, a partir de dos ciudades prácticamente autónomas y separadas por el cauce del río, siendo esta una condición que, a pesar de la reconocida unificación que las fuentes alegan para el periodo almohade, ha seguido manteniéndose hasta hoy como dos grandes sectores que engloban a su vez sus respectivos barrios. En este aspecto, dicho carácter independiente nunca habría adquirido un matiz tan marcado si no hubiese sido por contar cada orilla con su propia mezquita aljama (Qarawiyyīn y Andalusiyyīn).
La mezquita al-Qarawiyyīn experimentó una reconocida expansión durante el periodo almorávide que estuvo acompañada de un programa decorativo de gran peso para la historia de la arquitectura islámica; sin embargo, parece que la intervención del califato almohade no fue tan significativa y se limitó a reformas menores, la construcción de cúpulas que hoy no se conocen frente a puertas o la construcción de una fuente en el patio cuyos restos han desaparecido y fueron parcialmente aprovechados para uno de los pabellones saʿ díes. Aun así, se conoce la construcción de una mīḍāʾa que constituye una de las principales aportaciones del momento y que fue detalladamente recogida por las crónicas locales (fig. 1). Es el caso, por ejemplo, del Kitāb zahrat al-ās fī bināʾ madīnat Fās (1365) de Abū al-Ḥasan ʿAlī al-Ǧaznāʾī, quien nos revela de forma bastante ilustrativa el proceso seguido por un personaje particular para crear la mīḍāʾa en cuestión y proporciona, además, una descripción detallada del edificio:
En lo que se refiere a la pila (bīla), el surtidor (ḫaṣṣa), la sala de abluciones (dār al-wuḍūʾ), las novedades constructivas que acompañaron a la extensión y renovación de la Bāb al-Ḥufā, así como la apertura de la puerta situada frente al funduq de Ibn Ḥayyūn, en el costado oriental de la mezquita, todo ello, tuvo lugar en vida del alfaquí piadoso Abū Muḥammad Yaskur.15
Por su parte, la crónica Rawḍ al-qirṭās (al-Anīs al-muṭrib bi-rawḍ al-qirṭās fī aḫbār mulūk al-Maġrib wa-tārīḫ madīnat Fās), cuya autoría se suele atribuir a Ibn Abī Zarʿ, es también una obra del siglo XIV y constituye una referencia fundamental para cualquier estudio de Fez. Para el caso que ahora nos interesa ofrece una versión más resumida que la de al-Ǧaznāʾī, aunque resulta complementaria al contener algunos datos que presenta de forma menos enrevesada. Tal es el caso de la captación hidráulica, su replanteo ante la búsqueda de una alta calidad del agua y la trayectoria de la conducción por la ciudad hasta llegar a la sala de abluciones. Asimismo, también ofrece como fecha de construcción el año 1180, aunque este dato presenta una contradicción cronológica con el texto de al-Ǧaznāʾī, pues corresponde al gobierno del califa Abū Yūsuf Yaʿqūb, (1163-1184) y no al de Muḥammad al-Nāṣir (1199-1213):
Emprendió la demolición [del funduq] y, después, la construcción de la mīḍāʾa y la fuente en su lugar. Esto fue a comienzos de ṣafar del año 576 H (1180). Entonces, el šayḫ alfaquí Yaskur escribió al Príncipe de los Musulmanes haciéndole saber de aquello y pidiéndole permiso para traer agua. [Este] le dio permiso, por medio de un decreto (ẓahīr), para que atravesase por donde quisiese entre las calles y caminos de la ciudad. Entonces reunió alarifes, constructores y personas doctas en arquitectura y les ordenó inspeccionar los lugares de los que podía traerse agua, encontrando como consenso los nacimientos (ʿuyūn) de Dār al-Dabbāġīn. Sin embargo, el alfaquí Yaskur no lo consideró conveniente debido a la suciedad y desechos que los curtidores producen en su proximidad. De este modo, renunciaron [a esta ubicación] y cerca de Dār al-Dabbāġ encontraron la Dār Ṣibāġ (casa de tintura), en la que hay un nacimiento grande que es conocido como ʿAyn Ḫawmāl. Entonces, el mencionado Mūsà b. Sadāb la compró [la Dār Ṣibāġ] por un valor que estaba doblado debido a la presencia del nacimiento. Este aflora en una habitación abovedada bajo la tierra que parece una sala de ḥammām y allí el agua emerge por dos sitios en los que hay una fuente natural (fawwāra) (…). El agua se canalizó con una tubería (qādūs) y va hacia un depósito (ṣihrīǧ) de 10 palmos de lado que está revestido con piezas de plomo. El depósito está a un lado de la habitación y de ella se saca el agua por medio de tuberías (qawādīs) tannūriyya23
Tal como indican las fuentes, la sala de abluciones conservada se halla frente a la puerta de Bāb al-Ḥufā de la mezquita y su descripción concuerda de forma impecable con lo detallado por al-Ǧaznāʾī. Únicamente hallamos divergencias en algunos elementos que parecen haber desaparecido. Así, manteniendo sus palabras añadimos que se trata de un edificio articulado en torno a un atrio central de planta rectangular y con una gran pila de agua que sirve a los fieles para sus abluciones (fig. 2). El diseño que confiere monumentalidad a este edificio consiste básicamente en desarrollar con una mayor altura el atrio, de modo que este espacio contrasta con las crujías perimetrales en las que se hallan las cabinas o letrinas (figs. 3 y 4). Por último, la sala de abluciones se completa en su costado meridional con un corredor en recodo que, a modo de zaguán, permite acceder desde la calle preservando la privacidad de los usuarios. Además, esta crujía presenta un nivel superior en el que se encuentra la residencia del imán de la mezquita y a la que se llega por medio de otro acceso independiente desde la calle y una escalera. Por este motivo, toda la crujía meridional está cubierta con alfarjes (fig. 5), mientras que las otras tres crujías son abovedadas.26
En lo que respecta a los elementos que se han visto transformados o incluso han desaparecido, destaca, en primer lugar, la pila central, donde no hay atisbo de mármol rojo, banco perimetral, o surtidor central con alcachofa metálica. De este modo, la pila está desprovista de gran parte de los elementos que la engalanaban y ha quedado reducida a su mínima expresión con el depósito en forma de artesa (figs. 6 y 7). En segundo lugar, gran curiosidad despierta la cúpula de mocárabes de yeso, pues actualmente el atrio está cubierto con una armadura de madera. A priori, puede achacarse al autor un desliz; sin embargo, existen motivos para reconocer una transformación histórica y, por ende, la veracidad del texto. Tal como se puede observar, sobre las ventanas grandes que iluminan el atrio permanece un friso totalmente horizontal, pero de perfil extraño que no llega a ser una nacela y que podría ser un remiendo de un elemento alterado (fig. 8). Por otro lado, sobre este friso se halla una serie de ventanitas superiores de forma rectangular que resultan innecesarias al contar el atrio con los grandes ventanales inferiores. De hecho, el modelo de sala de abluciones ante el que nos encontramos se manifiesta en otros casos como, por ejemplo, la otra mīḍāʾa almohade situada en al-Andalusiyyīn, donde por encima de los ventanales se encuentra directamente el techo de carpintería. Finalmente, contamos con la observación de Terrasse, quien asegura que antes de una de las restauraciones todavía se apreciaban restos de adarajas.27
En tercer lugar, al-Ǧaznāʾī también muestra otro detalle de menor escala y cuya existencia queda demostrada. Se trata de las parejas de hojas batientes que cerraban cada cabina y de las que permanecen todavía las gorroneras en los dinteles de madera, aunque todas las puertas han sido reemplazadas hoy por piezas de bisagra (fig. 9).
Ahora bien, especial relieve cobran también aquellos elementos conservados y que, por sus características artísticas y técnicas, pueden asociarse con el periodo almohade. Por un lado, se encuentra el grupo de 11 ventanales que iluminan el atrio y que, a pesar de consistir en vanos adintelados con vigas de madera, cuentan con finos arcos decorativos de yeso (fig. 10). Estos carecen de yeserías superficiales, consistiendo únicamente en arcos de perfil lobulado trazados con formas vegetales. Y, por otro lado, la pieza más notable del edificio es posiblemente la armadura conservada, que parece no haber suscitado ningún interés hasta ahora. De hecho, aun considerando que pudo sustituir a la antigua bóveda de mocárabes, sus características ornamentales animan a pensar que se trata igualmente de una obra almohade.28
Finalmente, para concluir con este edificio, cabe mencionar la sofisticada instalación hidráulica descrita por al-Ǧaznāʾī, que, renovada en el curso de la última restauración, ha sustituido los antiguos surtidores de agua y piletas con los que contaba cada cabina por grifos y lavabos de producción industrial. Con todo, la cabina situada en el ángulo sureste todavía sigue conservando hoy un registro al antiguo sistema de suministro hidráulico desde el que se distribuía el agua a todas las tomas del edificio. Tal como se conoce a partir de otras salas de abluciones excavadas arqueológicamente, estos edificios necesitan superponer dos circuitos hidráulicos indispensables. Por un lado, el suministro de agua limpia, que en nuestro caso provee a la pila central, las piletas individuales y las fuentes ornamentales. Y, por otro lado, el sistema de evacuación que recoge las aguas sucias. A este respecto, resulta obvio que el primero discurría a un nivel ligeramente próximo a la superficie del suelo a partir de atanores, mientras que el segundo lo hacía a una cota más profunda para evitar filtraciones que comprometiesen la calidad del agua limpia. De tal modo, el agua rebosaba de la pila central y era recogida por un colector con el que se daba comienzo al sistema de evacuación general (salūqiyya). Este fluía por debajo de las letrinas describiendo un circuito rectangular por el que se recogían y arrastraban los desechos para después salir del edificio y desembocar en la red de saneamiento urbana que discurre bajo las calles.31
3. MĪḌĀʾA DE LA MEZQUITA AL-ANDALUSIYYĪN
⌅En el caso de la mezquita al-Andalusiyyīn, se sabe gracias a las fuentes escritas que el edificio experimentó en el periodo almohade una importante remodelación que, en gran medida, le ha conferido su aspecto actual.33
En lo que respecta a la sala de abluciones, esta no fue la primera en construirse durante el periodo almohade, pues entre 1180-1202 ya pudo levantarse la descrita en al-Qarawiyyīn. De hecho, aunque esta otra sala parece que no estuvo impulsada por el poder, sino desde la beneficencia de un particular, pudo constituir un referente notable para la mīḍāʾa de al-Andalusiyyīn. En este sentido, al-Ǧaznāʾī, autor de Ǧanà Zahrat al-Ās, ya señala su semejanza, siendo esta una observación que aún hoy se percibe:
En el año 600 H (1203-1204) se notificó a al-Nāṣir, el almohade, que [la mezquita] necesitaba una reforma (iṣlāḥ) y construcción (bināʾ). Entonces, [al-Nāṣir] ordenó la construcción de la gran puerta (al-bāb al-kabīr) septentrional (…). En el año 604 H (1207-1208), el príncipe de los Creyentes, al-Nāṣir, ordenó también la construcción de una fuente (siqāya), una entrada para el oratorio de mujeres y, sobre ambas construcciones, una maṣriyya para los imanes de la mezquita.35
Por su parte, y de forma complementaria, la crónica anónima al-Ḏaḫīra al-saniyya fī tārīḫ al-dawla al-marīniyya se refiere de forma concisa a la sala de abluciones y la fuente exterior, coincidiendo con al-Ǧaznāʾī en la autoría y datación de las obras: «[en el año 604 H (1207-1208)] ordenó al-Nāṣir la construcción de la sala de abluciones (dar al-wuḍūʾ) y la fuente que hay frente a la mezquita de al-Andalus en la ciudad de Fez (…). Allí también abrió la gran puerta escalonada al norte del patio de la mezquita».37
Por último, otra fuente que de nuevo aporta información sobre estas obras y permite contrastar los datos anteriores es Rawḍ al-qirṭās de Ibn Abī Zarʿ, quien mantiene los mismos testimonios, elementos y fechas, pero muestra un mayor interés por las ejecuciones meriníes:
En lo que respecta a la mezquita de al-Andalus, permaneció tal como estaba construida y sin ningún añadido hasta el año 600 H (1203-1204), cuando el Príncipe de los Creyentes Muḥammad al-Nāṣir ordenó su construcción, reformar y restauración de todo lo que se había derrumbado en ella. Además, ordenó abrir la gran puerta septentrional y escalonada que se encuentra en su patio, así como también hizo la pila de mármol rojo que hay a sus pies. Igualmente, ordenó construir la fuente (siqāya) y la mīḍāʾa, trayendo el agua hasta cada una de ellas desde fuera de Bāb al-Ḥadīd, una de las puertas de la ciudad. En cuanto al surtidor (ḫaṣṣa) y la pila (bīla) que hay en el patio, fue el sayyid Yaḥyà, descendiente de los califas almohades, quien ordenó su construcción utilizando para ello su propia riqueza y lo hizo de la mano de su creador Abī Šāma al-Ǧabbās. La mezquita continuó tal cual hasta el año 695 H (1295-1296), cuando, debido a los muchos defectos, su ḫaṭīb e imán, el šayḫ alfaquí, piadoso, ilustre y bendito, Muḥammad b. M*sūna se lo hizo saber al Príncipe de los Musulmanes Yūsuf, hijo del Príncipe de los Musulmanes Yaʿqūb b. ʿAbd al-Ḥaqq (…). Entonces [el ḫaṭīb] ejecutó su orden de reformar [la mezquita] y la reparó renovando una gran parte de ella con la ayuda del dinero de los habices. En cuanto al surtidor, la pila, la fuente y la mīḍāʾa, funcionaron con el agua traída desde fuera de Bāb al-Ḥadīd hasta que [esta canalización] se arruinó en los años de la hambruna y desaparecieron sus restos. Entonces se compensó trayendo agua del río (nahr) Maṣmūda,38
Con todo, la cuestión del abastecimiento hidráulico no llega a quedar totalmente clara, resultando así ambigua la razón por la que falló el primer suministro.40
No obstante, si para la mīḍāʾa de al-Qarawiyyīn las crónicas proporcionan una descripción arquitectónica bastante prolija, no es el caso de al-Andalusiyyīn, donde, el edificio únicamente puede ser conocido por medio de la estructura conservada actualmente. De hecho, a favor de reconocer esta última con la supuesta mīḍāʾa almohade, postulan, por ejemplo, las referencias que señalan las fuentes de su ubicación con respecto a la mezquita, así como su semejanza con la sala de al-Qarawiyyīn, tal como reclama al-Ǧaznāʾī.
La sala de abluciones en cuestión se halla al norte de la mezquita y queda separada de ella por medio del espacio público, concretamente la calle ascendente que de forma abocinada aumenta su anchura a medida que se aproxima a la puerta principal de la mezquita (fig. 12). Además, en este punto la esquina formada por la mezquita cuenta con una fuente (siqāya) frente a la mīḍāʾa y se deriva una calle menor que tiende a rodear la mezquita y estructurar las manzanas colindantes. Por consiguiente, tanto la fuente como la puerta de la mīḍāʾa se encuentran en una posición altamente transitada y visible, aunque a expensas de la puerta principal de la mezquita.
En cuanto al acceso de la mīḍāʾa, es reconocible gracias a un portal con un arco túmido y trasdosado por un arco lobulado de doble serie, si bien los detalles del entrelazado y del aparejo de ladrillo han quedado ocultos por un enfoscado liso (fig. 13). Además, siguiendo la composición habitual, la portada cuenta con un alfiz, pilastras laterales (la derecha se muestra mutilada) y un tejado superior. En primer lugar, este portal da paso a un vestíbulo exterior de planta trapezoidal en el que se produce el abatimiento de las dos hojas de la puerta y, a continuación, siguiendo un eje ligeramente quebrado, se ingresa en un segundo vestíbulo ceñido entre dos vanos adintelados que permite alcanzar finalmente el interior de la sala (fig. 14). Con respecto al primer vestíbulo, resultaría conveniente analizar su origen, pues es posible que no fuese proyectado en la fase fundacional, sino posteriormente. En este sentido, el hecho de la duplicidad del vestíbulo, sumada a las discordancias compositivas, sugiere la posibilidad de que el módulo exterior fuese añadido ante la proliferación de tiendas y estructuras en la alineación de la calle. O bien, la hilera de tiendas (con la alineación actual) ya pudo existir con anterioridad y el edificio fue proyectado de forma retranqueada con un acceso que protegía sutilmente de las vistas exteriores.
En líneas generales, el edificio consiste en un atrio central de planta rectangular de 9 x 5,60 m en torno al cual se disponen cuatro crujías que acomodan en su interior las cabinas o letrinas (bayt). En total se reconocen 17 cabinas que, junto con el vestíbulo, están repartidas de forma simétrica. De este modo, se hallan cuatro vanos en los frentes menores y cinco en los mayores. Sin embargo, estas crujías circundantes no presentan una regularidad absoluta, pues en tres de los frentes los muros exteriores no son paralelos al atrio rectangular, lo que confiere en algunos casos cabinas trapezoidales. En cuanto a las cabinas, están abovedadas con roscas paralelas a los muros del atrio y sus claves alcanzan 4,60 m de altura, en tanto que hacia el atrio cada una presenta una puerta y una ventana superior. Las puertas cuentan con una luz estrecha (0,65 m) y un arco túmido decorativo que está realizado con yeso, ocultando así el dintel de madera. Por su parte, las ventanas son ligeramente más amplias y están resueltas con arcos de medio punto más sólidos.
En cuanto al atrio, goza de una mayor altura que genera un espacio distinguido, aspecto que se enriquece con la apertura de ventanas adinteladas superiores que garantizan la iluminación y ventilación del edificio (fig. 15). Se trata de tres vanos en los lados menores y cinco en los lados mayores, si bien en el lado sureste estos han sido cegados probablemente por el crecimiento en altura de los edificios adyacentes, mientras que en el lado suroeste cuentan con un tacón de fábrica retranqueado que, seguramente, se construyó en algún momento ante la mayor altura de la azotea colindante y para evitar así un conflicto con la evacuación pluvial (figs. 16 y 17). Según Terrasse, quien dio a conocer esta mīḍāʾa por primera vez, pero nunca abordó su documentación, apunta que existían restos de yeserías en los arcos y, de hecho, la fotografía que publicó muestra arquillos de yeso de poco espesor en estas ventanas superiores.
Ahora bien, los muros que conforman el atrio alcanzan en sus lados mayores 7,15 m de altura, nivel al que se encuentra una nacela perimetral por los cuatro lados. Si se compara con la arquitectura del periodo, esta dimensión resulta en cierto modo significativa a nivel estructural, especialmente si el atrio está, además, cubierto con una gran armadura. Por este motivo, al nivel de las ventanas superiores se puede observar la presencia de muros transversales que atraviesan las crujías circundantes a modo de contrafuertes y aumentan así la estabilidad de la gran linterna. Asimismo, además de las anteriores, se hallan dos ventanas adicionales situadas respectivamente en la parte superior de los muretes que cierran los lados menores bajo el almizate. Una de estas mostraba antes de la última restauración restos de un arco de herradura (fig. 18) que ha sido eliminado41
En cuanto a la armadura que cubre el atrio, esta consiste en una obra de par y nudillo con alicer, alfardones y menados muy sencillos y, además, cuenta con cuatro tirantes de sección gruesa dispuestos sobre parejas de canes con cabeza circular (fig. 19). Finalmente, el almizate de la armadura cuenta en sus tres calles centrales con un cupulín de mocárabes sobre una base octogonal. Sin embargo, resulta llamativo que, aunque los tirantes se distribuyen de forma regular, uno de ellos se halla yuxtapuesto al muro noroeste de forma asimétrica, aspecto que se suma a las sospechas de que esta cubierta no sea original y responda a una reforma. De hecho, también se reconoce la presencia de un alicer labrado con series de arcos en el lado sureste, siendo este el único costado que lo ha conservado. Si bien, sus características parecen más desarrolladas que las labras de los aliceres en la sala de abluciones de al-Qarawiyyīn, posiblemente por pertenecer a un momento más avanzado.
Por último, y consecuentemente con su función principal, este edificio no puede carecer de servicio para las abluciones menores. De este modo, el centro del atrio está ocupado por una gran pila rectangular construida con piedra roja de Sefrou (fig. 20). La pila, que almacena el agua limpia, presenta un labio curvo sobre sus paredes interiores y sus muretes son recorridos exteriormente por un canal de sección rectangular al que se vierten, durante la ablución, las aguas utilizadas. Finalmente, este canal queda a su vez rodeado por un borde de piedra roja ligeramente sobresaliente con respecto al nivel del suelo, aunque originalmente el pavimento circundante quedaría aún más bajo, como se puede ver en fotografías antiguas.
4. RECORRIDO POR LASMĪḌĀʾA-S DEL OCCIDENTE ISLÁMICO
⌅Como ya se ha señalado, a partir de estos dos casos de estudio se puede advertir que la sala de abluciones constituye uno de los equipamientos más relevantes de las ciudades islámicas medievales, donde suele acompañar a los grandes edificios religiosos y procura un servicio imprescindible para la comunidad. Con respecto al Magreb y al-Andalus, se conoce la existencia de mīḍāʾa-s en la proximidad de las mezquitas desde época omeya, e incluso anexadas a madrasa-s desde el siglo XIV.
En primer lugar, debe señalarse la mīḍāʾa oriental de la mezquita aljama de Córdoba, presumiblemente atribuible a Almanzor y uno de los ejemplos más antiguos cuyos restos se han conservado.42
Sin embargo, si hay un ejemplo que destaca significativamente es la mīḍāʾa almorávide asociada a la mezquita de Ibn Yūsuf en Marrakech y levantada por el emir ʿAlī ibn Yūsuf (1106-1143). En efecto, se trata del ejemplo magrebí más y mejor estudiado, ya que no solo fue excavado arqueológicamente a mediados del siglo XX, sino que, además, se conserva en bastante buen estado de conservación, lo que hace de ella un referente notable y al mismo tiempo uno de los pocos testimonios arquitectónicos almorávides.43
A continuación, los siguientes ejemplos a considerar serían precisamente las dos mīḍāʾa-s almohades expuestas en el presente trabajo, siendo estas el primer modelo conocido con atrio central cubierto. En este sentido, aunque no se pueden plantear juicios prematuros, debido a los pocos casos conocidos, se aprecia de nuevo la valoración general que se tiene de la arquitectura almohade, pues mantiene en gran medida arquetipos y recursos ornamentales almorávides, pero siempre contribuyendo de forma innovadora en su desarrollo. Ahora bien, para este periodo hay otro ejemplo que se encuentra en Sevilla, donde fue posible excavar una sala junto a la antigua aljama almohade.44
A continuación, si hay un periodo en el que proliferaron las mīḍāʾa-s en el Magreb es precisamente el ocupado por la dinastía meriní que, como heredera directa de los almohades, destacó por haber desplegado una intensa actividad edilicia principalmente concentrada en las ciudades del norte (Fez, Taza, Meknés, Rabat, Salé y Tremecén). Por consiguiente, debemos subrayar que son numerosos los ejemplos meriníes que han sobrevivido hasta nuestros días y que, además, siguen en uso. Para este periodo se generaliza la constitución de la mīḍāʾa como un anexo indispensable de mezquitas y madrasas, así como por supuesto en los conjuntos religiosos que engendró esta dinastía. Por ejemplo, en las mezquitas de Abū al-Ḥasan46
Por su parte, en los proyectos de mayor magnitud como la Mezquita Mayor de Fez la Nueva54
Finalmente, para concluir esta secuencia de salas de abluciones monumentales en el Occidente islámico medieval, se pueden señalar varios ejemplos posteriores que fueron levantados en el siglo XVI por la dinastía saʿdí en Marrakech. A este respecto, aunque no tenemos constancia material de mīḍāʾa-s almohades en la ciudad, parece que los grandes complejos de al-Muwāssīn y Bāb Dukkāla reutilizaron un diseño de tradición local presente en la mīḍāʾa almorávide,59
5. CONCLUSIONES
⌅El propósito de este trabajo ha girado en torno a dos aspectos principales: por un lado, la adscripción almohade de ambas salas de abluciones y, por otro, su caracterización arquitectónica. Con respecto al primero, la conjugación de fuentes materiales y textuales ha permitido advertir con bastante probabilidad que los dos edificios corresponden con los proyectos presentados por las crónicas, si bien no se pueden pasar por alto las trasformaciones compositivas sustanciales y las pérdidas de elementos significativos. De hecho, la coincidencia de las descripciones de al-Ǧaznāʾī con las salas actuales, la semejanza que este autor identifica entre ambas salas y el evidente parecido que hoy en día se mantiene, empujan a considerarlo así. Por su parte, en cuanto al segundo aspecto, la documentación arquitectónica ha permitido reconocer, por primera vez, su fisionomía, así como advertir sus posibles transformaciones (techos sobre el atrio) y mostrar su lugar dentro de la arquitectura almohade y del Occidente islámico.
De tal modo, pese a su función ordinaria y modesta no hay duda de que estas salas se erigieron, aparte de con el cometido de servir a los fieles, como edificios suntuosos a través de los cuales expresar una gran capacidad arquitectónica. Y, además, aunque pueda parecer que una creación de estas características solo puede responder a la empresa infalible del soberano o las élites, lo cierto es que el ejemplo situado junto a la mezquita al-Qarawiyyīn muestra una obra caritativa por iniciativa particular. A este respecto, ya sea una obra estatal o particular, los fragmentos traducidos de crónicas, en sinergia con la información arqueológica que se desprende de otros ejemplos, también han constituido una fuente significativa para conocer detalles sobre el complejo sistema hidráulico de una sala de abluciones, comprendiendo este su aprovisionamiento y evacuación. Así, el refinamiento de la infraestructura es notable, pues no solo se limita a canalizar el agua hasta un punto, sino también generar una ramificación de derivaciones con distintos caudales para atender varias funciones (pila central de abluciones, fuente potable, puntos de servicio individuales en las cabinas, surtidores ornamentales). Por contra, también queda en evidencia la fragilidad del sistema ante cualquier fallo del suministro, pues las fuentes y canalizaciones pueden verse afectadas por causas naturales o avatares históricos.
Por último, un repaso por los ejemplos conservados del Occidente islámico manifiesta la continuación de una tradición bastante homogénea que realmente ha sido permeable a pocas innovaciones. Desde el siglo X hasta la Edad Moderna, el modelo de mīḍāʾa ha estado articulado por un espacio central que compositivamente se puede materializar de tres formas: patio, patio con pabellón o atrio. Dado que son muchos los ejemplos que seguramente no han sobrevivido para ser documentados, especialmente aquellos más antiguos, resultaría sumamente equivocado tratar de relacionar cada periodo con una tipología. En lo que respecta a las dos salas almohades aquí estudiadas, bien es cierto que son las primeras conocidas que presentan un atrio central cubierto, pero no se puede precisar si este arquetipo ya existía con anterioridad. Por consiguiente, resulta imposible reconocer objetivamente este diseño como un eslabón en la evolución de las mīḍāʾa-s magrebíes, aunque sí que parece haber sido una solución arquitectónica distintiva del Fez almohade que, después, influyó en las destacadas obras meriníes.