El poeta Miguel Hernández, en su poema Nuestra juventud no muere, comenta que «una gota de pura valentía vale más que un océano cobarde». Esta valentía es la que destacó en la fascinante vida de Bernat de Sarrià (ca. 1260-1335), almirante de Aragón, militar, político y diplomático. Tras las Vísperas Sicilianas, luchó junto al rey Pedro el Grande (1240-1285) en la conquista de la isla mediterránea. Al morir el monarca, su hijo, Jaime el Justo (1267-1327), rey de Sicilia, le nombró almirante de la escuadra, dónde obtuvo importantes victorias frente a los estados de la familia Frangipani. El nuevo monarca, al ser reconocido como rey de la Corona de Aragón, lo elevó a la categoría de capitán general del ejército. Bernat de Sarrià, como hombre de confianza del rey, llevó a cabo misiones diplomáticas claves como las negociaciones de las capitulaciones matrimoniales entre el monarca y el rey Carlos de Anjou para la boda con Blanca de Anjou, que fueron un éxito. Múltiples fueron las campañas y actividades diplomáticas posteriores.
La biografía de Bernat de Sarrià como hombre de estado clave de Jaime el Justo ha sido realizada por M.ª T. Ferrer i Mallol en su magistral obra Organització i defensa d’un territori fronterer. La Governació d’Oriola en el segle XIV y por el autor en el riguroso libro fruto de su tesis doctoral Poder público y administración territorial en el reino de Valencia. 1239-1348. El oficio de la procuración. Ahora en la presente obra José Vicente Cabezuelo Pliego se centra en el impresionante patrimonio acumulado y administrado por Bernat de Sarrià.
El libro se divide en ocho apartados principales. Los primeros son de contexto, de la frontera valenciana como espacio señorial y de la familia de Sarrià. Posteriormente, el resto de apartados se centra en la construcción, administración y declive de su patrimonio, durante su vida y tras la muerte del noble. La obra finaliza con una sucinta conclusión, un valioso apéndice documental, útiles mapas, bibliografía referida y un índice toponomástico.
El primer apartado («La frontera valenciana como espacio señorial») analiza la extraordinaria movilidad de la población de frontera, tanto de colonos como entre señores. El autor amplía aquí la información de uno de sus últimos libros, La frontera valenciana bajomedieval desde el observatorio del sur del Reino. Reflexiones y perspectivas de investigación, obra que he reseñado para esta revista en el volumen 52 (1). Posteriormente, en «El linaje y señorío Sarrià en tierras valencianas» detalla la historia de la familia comenzando por el primer familiar documentado en el Reino de Valencia, Guillem de Sarrià, citado en el Llibre del Repartiment. Se observa que, en los inicios, la familia estaba vinculada a cierto prestigio socio-militar, junto con una pequeña propiedad de tierra. Siguiendo la hipótesis de Antoni Furió, se trataría del plan de Jaime I de no crear grandes estados señoriales que entrasen en competencia con la corona. Sin embargo, pese a los meticulosos planes del monarca, la familia se enriqueció notablemente durante la época del padre de Bernat, Vidal de Sarrià. No obstante, el impulso llegó con Bernat, quién logró un impresionante patrimonio bajo el reinado de Jaime el Justo, fruto de sus victorias políticas como hombre de estado y por su frenética adquisición de tierras.
En «Bernat de Sarrià y la construcción de un señorío», el autor estudia la forja y ruina de un patrimonio extenso, particularmente en territorio de la gobernación de Orihuela y también en el murciano y catalán. Guadalest, Ayora, Algar, Almaçarof, Polop, Finestrat, Serra, Xirles, Sella, Serrella, Albalat, Tàrbena, Orxeta, Torres, La Vila Joiosa, Anna, Enguera, Benidorm, Calp y Altea son solamente algunas de sus propiedades, a las que deben sumarse barcos. 1310 marca el cénit de la vida política y patrimonial de Sarrià, cuando logra la condición de gran nobleza del Reino de Valencia, formando parte de una élite exclusiva de apenas media docena de personas. Desde el inicio de la creación de su patrimonio, el noble se fue endeudando en pequeños montos, pero cuyo resultado global era importante. Jaime el Justo, entre la complacencia y la complicidad, intentó absolver a Sarrià de sus deudas por su capacidad militar, pero toda fórmula de reversión fue un fracaso. Ante todo ello, el noble opta por la venta, atajando parcialmente el problema.
Más adelante, en «Si in futurum contigerit vos habere filios masculos. Sucesión y deudas como elementos desencadenantes del declive del estado señorial», el autor analiza la herencia de Sarrià que acabó en manos de Pedro de Ribargoza, hijo de Jaime el Justo, al carecer este de heredero. El rey maniobró magistralmente para mantener la mayor parte del rico y extenso patrimonio de Sarrià cohesionado para proveer a su hijo de bienes ajenos a la corona. En este sentido, Ramon Muntaner acierta en su Crónica al afirmar que el monarca se encargó de dejar buena herencia a sus hijos.
«Espacio, producción y rentas. La valoración del señorío» analiza las acciones eficaces de Jaime el Justo para valorar exhaustivamente el patrimonio de Sarrià. Los visitadores fueron un elemento clave de este política, siendo informadores que certificaban el valor de cada una de las posesiones, con especial énfasis a las cuantiosas rentas generadas año a año por el dominio de las tierras.
«Administración del espacio cedido» analiza detalladamente la administración de tierras acordada por Bernat de Sarrià y Jaime II legada a las manos de Macià Desplugues. Este legado, a partir de 1323, fue el encargado de utilizar el dinero procedente de las rentas señoriales para saldar las continuas deudas del noble y para recuperar el patrimonio perdido mediante venta. Aquí se cuenta con la inmensa fortuna de contar con noticias conservadas en libros de albaranes de la sección Real Patrimonio - Mestre Racional del Archivo de la Corona de Aragón. En 1334, tras la muerte de Desplugues, Bonavent Benviure, notario de Valencia, se ocupó de la gestión del patrimonio del noble.
«La intervención de Bernat de Sarrià en el dominio hasta su muerte» analiza la activa y compleja participación de Sarrià en su patrimonio cedido a la corona, que va de la recuperación patrimonial al abuso señorial. Alfonso el Benigno (1299-1336) reconoció la fidelidad de Sarrià, haciéndole tutor de su hijo, el infante Fernando. Además, ambos firmaron acuerdos relativos a la cesión del patrimonio a Pedro de Ribagorza y del dinero recibido por el noble a cambio. En el mismo reinado, en 1236, de Sarrià ocupó militarmente los castillos de Orxeta, Torres y la Vila Joiosa, de propiedad de la Orden de Santiago. Esta acción causó la ira del monarca y obligó al noble a volver a la vía judicial. El ya anciano noble buscaba, por vía del abuso, dinero para sus deudas.
El último apartado, muy interesante, versa sobre «la gestión del violario tras la muerte del noble». Bernat de Sarrià murió mientras regentaba la alcaidía del castillo de Xàtiva y como tutor del infante Fernando. Sorprende su edad, más de setenta años, y cómo se mantuvo activo, luchando, negociando y moviéndose a caballo o desplazándose en barco, hasta prácticamente el final de su vida. Aquí se hizo un gran esfuerzo económico que hace la Curia regia en el pago de las deudas de Sarrià y la recuperación del patrimonio enajenado. Pedro el Ceremonioso ordenó un exhaustivo análisis de la acción de los administradores del violario concedido al noble. Además, solicitó también que se auditara el ejercicio de cargos al servicio de la corona por parte del propio noble. Se descubrieron varios fraudes al fisco de la corona, algunos elevados, como uno de mil seiscientas treinta nueve libras en moneda mallorquina. La herencia de Sarrià pasó finalmente a Pedro de Ribagoza y, desde 1358, al ingresar este en la orden franciscana, a su hijo Alfonso.
El lector tiene en sus manos una visión nítida de los mecanismos que operan del casi recién nacido reino de Valencia para construir un patrimonio territorial. En 1988, José Hinojosa Montalvo apuntaba en Carta de poblament de Benidorm que «falta una monografía que estudie las vicisitudes de los Sarrià en tierras valencianas». Hoy esta necesaria monografía es realidad, siendo una obra rigurosa y amena.