El manuscrito recoge la versión íntegra de la colección y, pese a algunos errores y lagunas, es el modelo escogido para su edición crítica.40Gautier de Coinci, Les Miracles de Nostre Dame, 1:XLVI-L. Un rasgo particular, que comparte con el resto de códices de Soissons, es la presencia al principio de un ciclo dedicado a las vidas de Cristo y de la Virgen.41Marie-Laure Savoye, «De fleurs, d’or, de lait, de miel: les images mariales dans les collections miraculaires romanes du XIIIe siècle» (tesis doctoral, Université Paris IV-Sorbonne, 2010), 925, 929-930, 932-933. Estos relatos son anónimos, pero el hecho de que aparezcan en los tres ejemplares denota un proyecto más próximo a una antología mariana, que a una simple copia del texto de Gautier de Coinci.42Olivier Collet, «L’œuvre en context : la place de Gautier de Coinci dans les recueils cycliques des Miracles de Nostre Dame» en Gautier de Coinci. Miracles, music and manuscripts, ed. Kathy M. Krause y Alison Stones (Turnhout: Brepols, 2006), 26-33. Por otro lado, al final, cerrando el volumen, encontramos una traducción al francés de la carta de san Jerónimo dirigida a Paula y Eustaquia, que fue añadida posteriormente, en las primeras décadas del siglo XIV.43Duys, Krause y Stones, «Gautier de Coinci’s Miracles de Nostre Dame», 359, nota 20. Esta epístola, si bien se desmarca del tema mariano, señala uno de los rasgos más importantes de la vida de Isabel de Francia, su voto de virginidad. Acerca de su decoración, cuenta con diferentes elementos ornamentales, desde escrituras distintivas hasta marcos de página, pero los más elaborados son las miniaturas.44Los marcos decorativos cuentan también con marginalia, compuesta principalmente por escenas de justa, en los folios del prólogo y del milagro de san Ildefonso (ff. 36r, 57v). Además del bello frontispicio, con el tema de la Santa Parentela, las ilustraciones añaden una dimensión visual a la narración, ya que están divididas en varias escenas y dispuestas al principio de cada relato.45Fuensanta Murcia Nicolás, «Milagro e imágenes de culto. Una nueva cultura visual en los manuscritos de Gautier de Coinci», Codex Aquilarensis 28 (2012): 177-179; Fuensanta Murcia Nicolás, Imágenes milagrosas y cultura visual en el siglo XIII. Les Miracles de Nostre Dame de Gautier de Coinci (Aguilar de Campoo: Fundación Santa María la Real del Patrimonio Histórico, 2016), 36-41; Russakoff, «Imaging the Miraculous», 85-86; Alison Stones, «Illustrated Miracles of Nostre Dame manuscripts listed by stylistic attribution and attributable manuscripts whose MND selection is inullistrated» en Gautier de Coinci. Miracles, music and manuscripts, ed. Kathy M. Krause y Alison Stones (Turnhout: Brepols, 2006), 380, nota 7.
3.1. Imágenes para una princesa, imágenes para una santa
⌅El primer elemento se encuentra al inicio del manuscrito, y corresponde al frontispicio (fig. 1). Aunque guardaría relación con el texto que precede, la genealogía de la Virgen,49Masami Okubo, «La formation de la collection des miracles de Gautier de Coinci», Romania 123 (2003): 363-364; Savoye, «De fleurs, d’or, de lait, de miel», 932-933. el ilustrador ha empleado otra fuente, tal y como aparece en la parte superior, Contra Helvidium hec pagina auctorizatur ex testimoniis quattor evangelistarum et epistola Ieromini. Este título nos remite al enfrentamiento entre Helvidio y san Jerónimo por la virginidad perpetua de María. El primero defendía que los evangelios revelaban que su matrimonio con José tuvo descendencia posterior, lo cual se apreciaba en el trato familiar que dispensaba Cristo a algunos discípulos, mientras el segundo señalaba que dicha circunstancia se debía a que compartían lazos familiares maternos.50Eusebius Hieronymi, De perpetua virgintate B. Marie adversus Helvidum, PL 23, 193-197. Esta interpretación acabó cristalizando en un tema genealógico, la Santa Parentela,51Ton Branderbarg, «Sainte Anne: a holy grandmotherand her children», en Sanctity and Motherhood: essays in holy mothers in the Middle Ages, ed. Anneke Mulder-Bakker (Nueva York: Tourtledge, 1995), 31-33; Gabriele Giannini, «De Sainte Anne qui eut trois barons: le Trinubium Annae entre marges et blanc», Romania 137 (2019): 257-276; Susan L. Green, Tree of Jesse Iconography in Nothern Europe in the Fifteenth and Sixteenth Centuries (Nueva York-Londres: Routledge, 2019), 36-38; Virginia Nixon, Saint Anne in Late Medieval Europe (University Park: Penn State Press, 2004), 16; Jean Wirth, Sainte Anne es tune sorcière et autres essais (Ginebra: Droz, 2003), 77-78. que aparece en este frontispicio. De acuerdo con la tradición hagiográfica, santa Ana tuvo tres maridos y, con cada uno de ellos, engendró a las tres Marías, la Virgen, María Cleofás y María Salomé, lo cual convertía a Cristo y algunos discípulos en primos de primer grado.52La primera línea horizontal del frontispicio hace alusión al triple matrimonio de Ana («Tres nups habit Anna, Ioachim, Cleopham, Salome»). En las primeras diagonales se enumera la descendencia con cada uno de sus maridos («Depepit patre Ioachim Mariam/ Depepit patre Cleopham Mariam/ Depepit patre Salome Mariam»). La segunda horizontal indica que las tres María son hijas de la misma madre («Este tres sorores uterine diversos patres habuerunt») y la tercera los matrimonios con José, Alfeo y Zebedeo («Istis Marialis fuerunt sposi Ioseph, Alpheu et Zebedeus»). Finalmente, en el último registro aparecen los nietos de santa Ana («Christum/ Ioseph Iacobum miner fater Domini/ Iacobus et Ionnamen»). Tal y como observó Séverine Lepape, en este tema, las mujeres son las protagonistas por su aportación a los intereses familiares, puesto que conectan el Antiguo con el Nuevo Testamento a través de su linaje.53Anita Guerreau-Jalabert, «L’Arbre de Jessé et l’ordre chrétien de la parenté», en Marie. Le culte de la Vierge dans la société médiévale, ed. Dominuque Iogna-Prat, Éric Palazzo y Daniel Russo (París: Beauchesne, 1996); Séverine Lepape, «The Tree of Jesse : a representation of Inmaculate Conception ?», Médiévales 57, n.º 2 (2009): 113-136; Séverine Lepape, «L’Arbre de Jessé normand et la questiom de l’Inmaculée Conception», en Marie et la Fête aux Normands : dévotion, images, poésie (Mont-Saint-Aignan, Presses universitaires de Rouen et du Havre, 2011), 195-209; Anne R. Stanton, «Genealogye comence: Kingship and difference in the Queen Mary Psalter», Studies in Iconography 17 (1996): 177-214. Este rol femenino se aplica también a la dinastía capeta, al situar bajo la figura de santa Ana el castillo y la flor de lis, heráldica empleada primero por Blanca de Castilla y, más tarde, por sus hijos.54Blanca de Castilla comienza a usar esta heráldica durante su primera regencia, en un intento de reforzar su autoridad frente a los barones. Grant, «Representing dynasty», 114; Grant, «The Castle of Castille», 215, 221. Este mismo motivo es usado posteriormente por sus hijos, Luis IX, Roberto de Artois, Alfonso de Poitiers y Carlos de Anjou. Alyce Jordan, Visualising Kingship in the Windows of the Sainte-Chapelle (Turnhout: Brepols, 2002); Marie-Adélaïde Nielen, Sceaux des reines: corpus des sceaux français du Moyen Âge, III, Les Sceaux des reines et des enfants de France (París: Archives de France, 2011), 155-174. Aunque, con anterioridad, la propia reina había usado a las madres de la historia sagrada para reforzar su posición de regente,55Blanca de Castilla configura su imagen del poder tomando como referencia a las madres de los textos sagrados. Así lo vemos en su biblia moralizada, conservada en Viena (Ms. 2554), y en el gran vitral del crucero norte de Notre Dame de Chartres, donde la protagonista es, precisamente, santa Ana. Esta unión entre las matriarcas bíblicas y la heráldica será continuada por sus sucesoras, Margarita de Provenza y María de Brabante. Hamilton, «Queenship and Kingship in the French Bible Moralisée»; Fuensanta Murcia Nicolás, «Maternidad, heráldica y poder. Las matriarcas bíblicas y las reinas capetas en el siglo XIII», Imafronte 30 (2023): 47-60. durante el proceso de canonización de Luis IX es presentada por Carlos de Anjou como gran matriarca de los capeto y responsable de la santidad de sus vástagos:
Y cuando el rey de Francia, padre del bendito Luis, murió, aquel tenía poco más de doce años y quedó bajo la custodia y tutela de doña Blanca, su madre. Dicha señora hizo bien en cuidar y educar a don Roberto y don Alfonso, hermanos del santo rey, y también a Isabel, su hermana, y les hizo enseñar e instruir bien, incluso aún con más cuidado y diligencia, tras el fallecimiento de su padre. En persona, ella forma al rey que debería un día gobernar un gran reino (…) Cinco o seis días antes de su muerte, guardaba reposo en Pontoise, en la abadía que había fundado, y pidió vestir el hábito de las religiosas, el cual recibió del obispo de París, que le dio la comunión. Y vistiéndola, siguiendo la excepción «en caso de muerte», ella declara que en vida o muerte desea ser religiosa y, desde ese momento, obedecer a la abadesa como el resto. Habiendo recibido los sacramentos, y con su muerte próxima, había perdido el habla, y los sacerdotes y clérigos no sabían qué hacer; de repente, ella se puso a entonar la oración Subvenite Sancti Dei para encomendar su alma, y la rindió poco a poco cantando entre dientes el comienzo de esta plegaria. Santa raíz de la que emergen santas ramas, primero el rey, después el conde de Artois, mártir de hecho, y el conde de Poitiers, mártir de corazón.56Traducción de Carolus-Barré y Platelle, «Le procès de canonisation de saint Louis», 68, 75; Paul de Comte Riant, «Déposition de Charles d’Anjou pour la canonisation de saint Louis», en Notice et documents publiés par la Société de l’histoire de France à l’occasion du cinquantième anniversaire de sa fondation (París: Renouard, 1884), 169.

Fig. 1 Frontispicio. Gautier de Coinci, Les Miracles de Nostre Dame. Biblioteca Nacional de Francia Ms. fr. 22928, f. Av © Bibliothèque Nationale de France.
De esta forma, el frontispicio aludiría al linaje que parte de la reina Blanca, la santa raíz de las que nacen santas ramas, pero poniendo el foco de atención en las descendientes, en aquellas mujeres que también contribuyeron a la honra familiar, como Isabel, la cual encarnaba el nuevo modelo de santidad capeta. Las virtudes que ostentó a lo largo de su vida aparecen en motivos concretos del programa decorativo. En el texto se marcan seis fragmentos con una inicial decorada con la flor de lis, un recurso que ya se empleó en el conocido salterio de Blanca de Castilla,57Schowalter, «Capetian women and their books», 84-85. los cuales estarían vinculados con pasajes de la biografía escrita por Agnès de Harcourt, que resumen su aportación a la identidad dinástica; la humildad, el voto de virginidad, el servicio a los pobres, la fundación de Longchamp y los milagros que se le atribuyen.
La primera de estas iniciales marca los versos 1801-1804 del milagro de Teófilo en el folio 54v (fig. 2), en los que se advierte «no hay nadie, por muy bueno que sea, que esté a salvo del mal, sobre el que no caiga rápidamente, o que no ceda en un acto osado cuando el Enemigo acecha».58Gautier de Coinci, Miracle de Théophile ou comment Théophile vint à la pénitence, ed. Annette L. Garnier (París : Honoré Champion, 1998), 180-181. Gautier de Coinci dedica esta última parte del relato a la importancia de la humildad, cuyo máximo exponente es la Virgen, para contrarrestar la tentación y el pecado. Esta advertencia coincide con el gran temor de Isabel, según su biografía:
Nuestra bendita madre, santa y noble señora, doña Isabel, retuvo particularmente bien esta lección, ya que sin duda sus obras traspasaban la humildad del corazón, así como de la bondad, siguiendo la enseñanza de Salomón: «Incluso si eres grande, se humilde en las obras y en todas las cosas».59Traducción de Dalarun, Field, Leurquin-Labie y LeBigue, Isabelle de Frances, sœur de saint Louis, 275-276; véase también Agnès d’Harcourt, La vie et miracles de la Bienheureuse Isabelle of France, sœur de saint Louis, ed. Jean-François Kosta-Théfaine (París: Cerf, 2012), 28.

Fig. 2 Inicial decorada. Gautier de Coinci, Les Miracles de Nostre Dame. Biblioteca Nacional de Francia Ms. fr. 22928, f. 54v © Bibliothèque Nationale de France.
La segunda inicial se encuentra al principio del milagro del clérigo enfermo en el folio 80r (fig. 3), a quien la Virgen salva de una grave enfermedad para así poder continuar con los votos que había pronunciado.60Gautier de Coinci, Les Miracles de Nostre Dame, vol. 2, 122-129. Esta historia guarda similitudes con uno de los episodios más remarcados en la adolescencia de Isabel. En 1244, su salud empeoró hasta tal punto que su madre ordena trasladarla a la residencia de Saint-Germain-en-Laye y, una vez allí, hace la promesa de guardar su virginidad si superaba ese difícil trance.61Jean-François André, Histoire de sainte Isabelle de France, sœur de saint Louis (París: Carpentras, 1885), 61; Field, Isabelle of France, 34. Agnès no sólo lo describe como una prueba más de la predestinación de su mentora a la santidad, sino también la impronta que tuvo esta curación milagrosa en Blanca de Castilla, que acabó aceptando la voluntad de su hija.62Traducción de Dalarun, Field, Leurquin-Labie y LeBigue, Isabelle de France, sœur de saint Louis, 279; véase también Agnès d’Harcourt, La vie et miracles de la Bienheureuse Isabelle of France, 37-38. El suceso sería citado de nuevo en la carta sobre el papel de Luis IX en la fundación de Longchamp, en un claro intento de volver a equiparar la santidad de ambos hermanos, ya que el monarca pasó por la misma situación meses después con un resultado similar; mientras Isabel reafirmó su elección de no contraer matrimonio, él hizo el voto de marchar a la Cruzada.63Field, Capetian Sanctity, 24; Le Goff, Saint Louis, 157-162.

Fig. 3 Miniatura del milagro del clérigo enfermo. Gautier de Coinci, Les Miracles de Nostre Dame. Biblioteca Nacional de Francia Ms. fr. 22928, f. 80r © Bibliothèque Nationale de France.
En el folio 87v, la tercera inicial señala los versos 115-118 del milagro del avaro rico y la anciana pobre (fig. 4); «dentro de su pobre casa, estaba recostada la anciana, aquejada de una enfermedad». La historia gira en torno a un sacerdote que descuida la atención a los más necesitados en favor de los ricos, algo que finalmente es recriminado por la propia Virgen.64Gautier de Coinci, Les Miracles de Nostre Dame, vol. 2, 158-180. De acuerdo con Agnès, la principal obra de caridad de Isabel era el cuidado de los enfermos, especialmente aquellos que vivían en una situación de extrema pobreza:
Después de escuchar el oficio antes de cenar, durante un largo tiempo, hacía llevar una multitud de pobres, de forma que su estancia estaba llena. Les servía pan, vino, les alimentaba, y ponía todo su corazón en ello. Daba muchas limosnas, a religiosos y a seglares, eran tantas que sería imposible de contar.65Traducción de Traducción de Dalarun, Field, Leurquin-Labie y LeBigue, Isabelle de France, sœur de saint Louis, 285; véase también Agnès d’Harcourt, La vie et miracles de la Bienheureuse Isabelle of France, 57.

Fig. 4 Inicial decorada. Gautier de Coinci, Les Miracles de Nostre Dame. Biblioteca Nacional de Francia Ms. fr. 22928, f. 87v © Bibliothèque Nationale de France.
Como ya se ha mencionado, tras la muerte de Blanca de Castilla, Isabel centrará sus esfuerzos en la fundación de la abadía de Longchamp, la cual estaba bajo la advocación de la humildad de la Virgen. La cuarta inicial abre una de las canciones, compuestas por Gautier de Coinci, en el folio 157r (fig. 5):
Me place cantar para la doncella, que todos agrada y toda alegría aporta. Mucho asciende el que va y va a rendirle honores. No puede ir ni llegar a buen puerto quien ni la sirve ni va ante ella, porque es el puente, la pasarela y la puerta, que llevan todo al Paraíso.66Gautier de Coinci, Les Miracles de Nostre Dame, 3:281.
Los versos del monje benedictino coinciden con la exaltación que hace Isabel de María, recogida por Agnès, y que estaría vinculada con la dedicación de la iglesia abacial:
Ella le da el nombre de humildad de nuestra Señora a su abadía. El nombre que le fue dado es el que ella quiso. Yo, la hermana Agnès de Harcourt, le pregunté: Señora, dígame, si le place, por Dios ¿Por qué le ha dado este nombre a nuestra abadía? Ella me respondió: Nunca había escuchado que alguien lo hubiese escogido, y me sorprende que se haya omitido un nombre tan elevado, el mejor que puede haber, pues es el nombre con el que nuestro Señor eligió a la Virgen para ser su madre.67Traducción de Traducción de Dalarun, Field, Leurquin-Labie y LeBigue, Isabelle de France, sœur de saint Louis, 290; véase también Agnès d’Harcourt, La vie et miracles de la Bienheureuse Isabelle of France, 69-70.

Fig. 5 Inicial decorada. Gautier de Coinci, Les Miracles de Nostre Dame. Biblioteca Nacional de Francia Ms. fr. 22928, f. 157r © Bibliothèque Nationale de France.
La quinta inicial se sitúa en los versos 3441-3447 del folio 183v, que corresponden al milagro de la emperatriz de Roma (fig. 6), cuya protagonista es repudiada tras ser acusada injustamente de adulterio.68François-Jérôme Beaussart, «Figures féminines dans la littérature mariale (XIIe-XIIIe)», Le Moyen Âge 104, n.º 3-4 (1998): 451; Kathy M. Krause, «Virgin, saint, and sinners : women in Gautier de Coinci’s Miracles of Nostre Dame», en Reassessing the heroine in Medieval French Literature (Gainesville: University Press of Florida, 2001), 43. Gracias a la Virgen consigue restituir su honor y, finalmente, su esposo le pide que vuelva a su lado, pero ella responde con el fragmento señalado; «Por esto, por esto, mi señor emperador, la fe en el hombre es corta y extraña, yo no osaré fiarme más».69Gautier de Coinci, Miracle de la chaste impératrice, ed. Annette L. Garnier (París: Honoré Champion, 2006), 200. El rechazo de la emperatriz a recobrar su estatus, para así poder dedicarse a la vida contemplativa, es el mismo que expresó Isabel, ya que rehusó la propuesta matrimonial con Conrado, el heredero del Sacro Imperio:

Fig. 6 Inicial decorada. Gautier de Coinci, Les Miracles de Nostre Dame. Biblioteca Nacional de Francia Ms. fr. 22928, f. 183v © Bibliothèque Nationale de France.
Las iniciales hasta ahora remarcaban los hitos más importantes de su trayectoria en vida, la humildad, el servicio a los demás y el voto de virginidad. La última, en el folio 257v, destaca los versos 339-342 del relato de la imagen de Saydnaya (fig. 7). Este icono demuestra a lo largo de la historia sus poderes milagrosos, especialmente sanadores, que son contemplados por un monje y una comunidad de religiosas.71El relato de esta imagen, traída desde Jerusalén, tuvo una importante difusión por Occidente a partir del siglo XII, y estará presente en las grandes colecciones de milagros marianos de la centuria siguiente. Jean-Marie Sansterre, Les images sacrées en Occident au Moyen Âge (Madrid: Akal, 2020), 256. Precisamente, el hecho de ser testigo directo de los prodigios obrados por la imagen y, por tanto, verificar su santidad, es lo que aparece señalado en el fragmento remarcado «cuando comprendió lo que debía hacer, fue hacia la abadesa, llorando, y le contó exactamente cómo había ocurrido».72Gautier de Coinci, Les Miracles de Nostre Dame, 4:391. De igual forma, los milagros atribuidos a Isabel estarán relacionados con la sanación de enfermedades, los cuales también contaron con varios espectadores, como recoge Agnès al final de la biografía. Uno de los más destacados fue la curación de Felipe IV, cuando todavía era joven, que fue a Longchamp por recomendación de su abuela, Margarita de Provenza:
La gran reina doña Margarita, la madre del rey de Francia, hizo venir a don Felipe, hijo del monarca, que sufría de fiebres, esperando que fuera curado. Ella le hizo acostarse cerca de la tumba de nuestra santa señora, su venerable tía. Se curó, de modo que él mismo dijo delante de varias hermanas que había sido ella quien le había sanado y que lo recordaba bien.73Traducción de Dalarun, Field, Leurquin-Labie y LeBigue, Isabelle de France, sœur de saint Louis, 303 ; véase también Agnès d’Harcourt, La vie et miracles de la Bienheureuse Isabelle of France, 111.

Fig. 7 Inicial decorada. Gautier de Coinci, Les Miracles de Nostre Dame. Biblioteca Nacional de Francia Ms. fr. 22928, f. 257v © Bibliothèque Nationale de France.
Así pues, los fragmentos señalados comienzan por remarcar las virtudes que, en vida, acercaban a Isabel a la santidad, pero terminan con la alusión a sus milagros,74Los milagros atribuidos a Isabel son principalmente curaciones realizadas durante su vida, así como otras ocurridas en torno a su tumba. Los protagonistas incluyen religiosas, monjes franciscanos y ciudadanos comunes. El relato guarda muchas similitudes con otras biografías de santas mujeres. Field, The Writings of Agnes of Harcourt, 21-22. requisito indispensable para una posible canonización. Aunque en la década de 1280 esta posibilidad no era factible, es indudable que las obras de Agnès de Harcourt tenían como objetivo recordar su estatus de virgen regia. Si el tema del frontispicio hacía alusión a los testimonios que colocaban a Blanca de Castilla como raíz de su dinastía, equiparándola con santa Ana, con Isabel se haría una comparación análoga con santa Leocadia. Esta mártir toledana tiene un especial protagonismo en el texto de Gautier de Coinci, ya que fue abad de Vic-sur-Aisne, comunidad que presumía de poseer sus reliquias.75Ducrot-Granderye, Études sur les Miracles de Nostre Dame, 160; Sansterre, Les images sacrées, 280-282. De hecho, el milagro de Ildefonso de Toledo no sólo relata la entrega de la casulla, sino también el hallazgo del cuerpo de la santa y su traslado a Francia.76Sobre el milagro de san Ildefonso y las fuentes empleadas por Gautier de Coinci, Baudouin De Gaiffier, «Les sources latines d’un miracle de Gautier de Coinci. L’apparition de Ste. Léocadie a S. Ildephonse», Analecta Bollandiana 71 (1953): 100-132. La miniatura que abre el relato recoge el momento en el que la santa se levanta de su sepulcro para conmemorar el papel jugado por el obispo en la lucha contra las herejías, en presencia del rey Recesvinto.77Este episodio es el que abre tradicionalmente la historia del obispo toledano, al que Gautier de Coinci dedica los primeros versos (1-208). Gautier de Coinci, Les Miracles de Nostre Dame, 2:5-13. El fondo de la escena está decorado con los motivos del castillo y de la flor de lis (fig. 8), siguiendo la misma forma que los situados bajo la figura de santa Ana en el frontispicio. La similitud entre Isabel y santa Leocadia es evidente, ambas permanecieron vírgenes sin necesidad de tomar los votos religiosos. El propio Gautier de Coinci incide en este estatus de la mártir, a la cual dedica varias canciones al final del primer volumen de su colección. En la segunda, donde narra de forma poética su vida, cita explícitamente su rechazo al matrimonio:

Fig. 8 Miniatura del milagro de San Ildefonso de Toledo. Gautier de Coinci, Les Miracles de Nostre Dame. Biblioteca Nacional de Francia Ms. fr. 22928, f. 57v © Bibliothèque Nationale de France.
Los motivos heráldicos refuerzan la comparación con santa Leocadia, puesto que Isabel también tomó a Cristo como esposo y se apartó del ámbito mundano al que estaba destinada. El otro mérito fundamental fue la fundación de la abadía de Longchamp, que acabó siendo una institución de referencia para la dinastía capeta. Este mecenazgo aparece en la miniatura del epílogo de la colección (fig. 9), texto que sólo aparece ilustrado en este ejemplar y en el que realizaría Jean Pucelle para otra mujer, la reina Juana de Borgoña, en la primera mitad del siglo XIV.79Nancy Black, «Images of the Virgin Mary in the Soissons manuscript», en Gautier de Coinci. Miracles, music and manuscripts, ed. Kathy M. Krause y Alison Stones (Turnhout: Brepols, 2006), 253-277; Anne Russakoff, «Portraiture, politics, and piety: the royal patronage of Gautier de Coinci’s “Miracles of Nostre Dame” (Paris, BnF, MS nouv.acqu.fr. 24541», Studies in Iconography 37 (2016): 146-180; Stones, «Owners of Miracles de Nostre Dame», 415. En este fragmento, Gautier de Coinci dedica unas palabras a sus amistades más cercanas, Robert de Dive, abad de Noyon, y las condesas de Blois y Soissons.80En palabras del propio autor, Robert de Dive y las condesas le animaron a escribir un segundo volumen de su colección, para así incluir los milagros marianos acontecidos en los santuarios de Laon y Soissons. Gautier de Coinci, Les Miracles de Nostre Dame, 4:127-150; Olivier Collet, Glossaire et indeex critique des œuvres d’attribution certaine de Gautier de Coinci (Ginebra: Droz, 2002), 534, 538. No obstante, estas referencias no concuerdan con las escenas representadas. En primer lugar, los dos eclesiásticos no son abades, sino monjes, y, en segundo, porque sólo aparece una mujer laica, acompañada de unas de religiosas con hábito gris y cofia blanca. La vestimenta de estas mujeres concuerda con la descrita en la regla de las hermanas de Longchamp, en la que se especifica que no podían portar hábito ni negro ni blanco, pero sí cubrir sus cabezas con velos enteramente blancos,81Field, Isabelle of France, 182-183. la cual sería similar a la que emplearían más tarde las órdenes laicas de santa Clara.82Ingrid Petterson, «The Third Order of Francis», en The Cambridge Companion to Francis of Assisi, ed. Michael J. P. Robson (Cambridge: Cambirdge University Press, 2011), 193-207; André Vauchez, «Sainte Claire et les mouvements religieux féminins de son temps», en Sainte Claire d’Assise et sa postérité (Nantes: Association Claire Aoujourd’hui, 1995), 13-28. Este hábito también podría corresponder con el de las comunidades de beguinas, apoyadas por Luis IX, a las que muchas veces se equiparaba con la orden fundada por Isabel, Tanya S. Miller, The Beguines of Medieval Paris. Gender, patronaje, and spiritual authority (Filadelfia: University of Pennsylvania Press, 2014), 15-17. Por tanto, la ilustración mostraría a Isabel, que porta una corona, señalando su estatus de princesa, acompañada de su orden, recibiendo correspondencia de la orden benedictina, hecho que ocurrió, precisamente, para la adquisición de los terrenos de la futura abadía.83En 1262, Émeline de Fleury, abadesa de la comunidad benedictina de Montmartre, escribe a Isabel para aseguarle la adquisición de los terrenos comprados para Longchamp. Además, cita explícitamente a un monje, llamado Renault, como intermediario entre ambas abadías. Dalarun, Field, Leurquin-Labie y LeBigue, Isabelle de France, soeur de saint Louis, 218-219; Field, Isabelle of France, 218.

Fig. 9 Miniatura del epílogo. Gautier de Coinci, Les Miracles de Nostre Dame. Biblioteca Nacional de Francia Ms. fr. 22928, f. 264r © Bibliothèque Nationale de France.
La fundación de Longchamp tuvo un especial impacto para los capeto. Por un lado, se convirtió en una institución femenina de referencia para las generaciones posteriores.84Allirot, Filles du roy de France, 272-273; Field, Isabelle of France, 79-85. Sin ir más lejos, Luis IX solicitó permiso al papa para que una de sus hijas se educara bajo la tutela de su tía,85Esta hija sería seguramente Margarita (1254-1271), Dalarun, Field, Leurquin-Labie y LeBigue, Isabelle de France, soeur de saint Louis, 203-205. y otra de ellas, Blanca, viuda de Fernando de la Cerda, pasó allí una temporada tras su vuelta a Francia en la década de 1280.86Blanca de Francia (1253-1320) promocionó fundaciones monásticas femeninas, especialmente Lourcine, que también seguían la regla de Longchamp. Anne-Hélène Allirot, «Blanche de la Cerda, fille de saint Louis, et l’ordre Franciscain», Études franciscaines 5 (2012) : 227-239; Henri G. Duchesne, Histoire de l’Abbaye Royale de Longchamp (París: A. Charles, 1905), 73; Albert Garreau, Bienheureuse Isabelle de France, sœur de saint Louis (París: Éditions Franciscaines, 1955), 90. Además, también fueron varias las princesas que ingresaron como religiosas, como la hija de Felipe V,87Blanca (1313-1258) fue la primera princesa que tomó los votos en Longchamp, donde fue sepultada junto con su hermana menor. Allirot, Filles de roy de France, 307-309; Allirot, Longchamp et Lourcine, 32-34; André, Histoire de sainte Isabelle de France, 132-133. y, a mediados del siglo XIV, había catorce comunidades que seguían la regla de Longchamp, todas fundadas por mujeres de la familia real.88Este número es aún más relevante si tenemos en cuenta la escasa presencia de la regla original de santa Clara, que sólo se seguía en cuatro comunidades. Allirot, Filles du roy de France, 303. Por otro, la abadía pasó a ser un lugar de memoria dinástica, atestiguada por las donaciones económicas y de reliquias, la celebración de misas de difuntos,89Luis IX donó un importante conjunto de reliquias, mientras su hijo, Pedro de Alencón hizo una donación económica a la comunidad de «nuestra querida tía Isabel». Carolus-Barré y Platelle, Le procès de canonisation de saint Louis, 77-76; Field, Isabelle of France, 208, 304. El esplendor de la abadía, como lugar de memoria, llega con el reinado de Felipe IV, que incluso se hospedó allí para recuperarse de una enfermedad. Allirot, Filles de roy de France, 208, 304. y la presencia de un panteón familiar, presidido por los retratos de Luis IX e Isabel.90Duchesne, Histoire de l’Abbaye, 14-15. Desde finales del siglo XIII, los capetos se esforzaron por unir la santidad a su identidad dinástica, a través de sus miembros más ilustres. El caso más paradigmático fue el de san Luis, que no tardó en ocupar un lugar primordial en los cultos familiares e institucionales, seguido por el de su hermana,91Allirot, Longchamp et Lourcine, 246, 251; Marianne C. Gaposchkin, The making of Saint Louis (Ithaca-Londres: Cornell University Press, 2008), 69. que había vivido bajo los mismos ideales y auspiciado la creación de un lugar para la exaltación dinástica.